Esperanza

Llegó la guerra.
Y con ella los cimientos construidos cayeron bajo el asedio de la desconfianza. Comenzamos a derrumbarnos hacia un abismo de buenas intenciones envenenadas.
Ese veneno con el que prometimos no volver a jugar.

Llegó la peste.
Gangrenando nuestros besos y abrazos; apenas un reflejo de lo que un día significaron.
Nos invadió el virus de la desesperanza, consumiendo lentamente nuestras entrañas y precipitando un último aliento.

Llegó la muerte.
Congelando nuestra llama. Poco a poco nos vamos alejando.
Un espasmo lleva a una sacudida y ésta precipita hacia el final.
No somos nada.

Llegó la esperanza.
Y los corazones ardieron de nuevo.

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