El roce de tu cuerpo

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Te pilla la tarde en tu cuarto otra vez
no suena el telefono, y tu sabes porqué.
Cervezas vacias en tu habitación,
y el cenicero lleno en algun rincon.

Seguro que sola esta ella también.
Tirada en la cama sin saber qué hacer.
No se cómo comenzó la discusión,
ni a quién le toca ahora pedir perdón.

Y creo que muero
si no siento el roce de tu cuerpo junto a mí.
Recuerdo tus labios
y esos ojos que al mirar casi hacen daño.

Mientras la radio aburre con una canción
miro tu foto y me siento peor.
Y yo ya no sé qué ha podido pasar
lo que estaba bien ahora esta fatal.

Seguro que sola esta ella también.
Tirada en la cama sin saber qué hacer.
No se cómo comenzó la discusión,
ni a quién le toca ahora pedir perdón.

Y creo que muero
si no siento el roce de tu cuerpo junto a mí.
Recuerdo tus labios
y esos ojos que al mirar casi hacen daño.

La vida es arte III

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Mi vida es literatura.
Un cuento donde no hay animales ni abuelitas, donde los malos siempre se quedan la mejor parte y el bueno nunca es tan bueno como lo pintan. Agobia saber que tiene que haber final, y más aún saber que puede ser uno cualquiera, porque en el mundo real sólo existen los finales reales, y no los de leyenda.

No me decido a nada, no sé cual es la siguiente estrofa, ni siquiera el próximo verso, no me convence no saber mi desenlace de antemano. Me paso la vida entera enmendando viejos errores, tachando y emborronando el pasado por miedo a vivir un presente equivocado. No se a dónde ir y se supone que esto es mi historia.

Mi vida es un gran bloc repleto de anotaciones desordenadas y sin sentido, de tachones en hojas de papel reciclado. Un caos de principio a fin, anécdotas, dulce amago de historia sin principio, sin cuerpo ni final. El escritor se ha perdido en su propia realidad y no sabe como continuar la historia.

Me ahogo en un mar de tinta y puede que nunca llegue barco alguno, triste destino del poeta que se olvidó de alabar la furia de un océano que no perdona. Tengo toda una vida para encontrar la manera perfecta de acabarla. Condenado a flotar a la deriva seguiré con mis metáforas, pues quizá alguna me indique el rumbo que he de seguir para comenzar un nuevo capítulo de mi artística vida.

La vida es arte II

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La vida es música.
Un conjunto de acordes que comprenden el todo de la larga y variada partitura cuyos infinitos movimientos harás sonar hasta tu fin. Imagina la banda sonora de tu vida. Una sinfonía sonando dentro de tu cabeza sin pausa durante décadas, variando su género e interpretación, quizá varíe también el ritmo; y es que en la vida existen momentos en los que el tiempo se acelera, se frena, e incluso se detiene hasta convertirse en silencio.

Silencio. Puede que muchos no le encuentren significado, pobres desgraciados. De entre todo el ruido que nos rodea a diario puede que el silencio sea lo más sonoro que se pueda encontrar. Y es de agradecer que tan poco pueda expresar tanto en cuestión de segundos. Segundos que se convierten en horas, el tiempo se ralentiza por culpa del poderoso silencio. El mundo a cámara lenta parece más amable e inofensivo. Y de pronto la pausa termina y el ruido invade nuestros sentidos. La música de nuestra cabeza se vuelve más sonora que nunca.

Sí, la vida no es más que una larga partitura en la que participan cientos de instrumentos inspirados en millones de sensaciones únicas. Todos los movimientos son completamente diferentes pero están unidos por un estribillo común.
Ese quizá sea tu estribillo más personal, el que dice más que como eres, el que dice quién eres. No es un estribillo cualquiera, es el estribillo de tu vida.

La vida es arte I

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La vida es pintura.
Un lienzo en blanco sobre el que cada persona realiza sus propios trazos. A color o en blanco y negro, no hay limitaciones ni estilos salvo el que cada artista quiera darle al retrato de su propia realidad.
Los hay que prefieren un estilo sobrio y elegante, quizá hecho a tinta y sin mucho color. Una sola mancha equivocada puede arruinar la estabilidad y la composición pero, como en todo, siempre existe una solución.
Otros deciden trazar garabatos sin sentido, bocetando ilusiones y pensamientos que nunca se llevarán a cabo, quizá por miedo de usar algo que ni una goma pueda borrar.

Quizá todos seamos así en un principio, miedosos, incapaces de comprometernos con algo que no puede cambiarse pero poco a poco perdemos el miedo y soltamos el lápiz. Ha llegado el momento de usar rotulador. El color inunda ya nuestro mundo, nos da igual tener fallos, pues el lienzo aún es grande y hay espacio de sobra. Pasamos años así hasta llenarlo y es entonces cuando decidimos que es necesario algo que cubra errores pasados.
Es la hora de usar el óleo. Unas leves salpicaduras anuncian lo que está por llegar: una nueva explosión de color en la que cada fallo puede ser dibujado de nuevo, sin bocetos, tan sólo mil intentos hasta que llegue el definitivo. Un nuevo horizonte de mezclas de color llena el cuadro, no hay límites, tan sólo es imaginación. Sólo existe un inconveniente, el óleo tarda en secarse.

Existen mil formas, mil materiales y mil estilos, pero sólo una es la manera en la que decides dibujar tu vida. Piénsalo bien, no te arriesgues a imitar a otros, dibuja lo que tú quieras, pues para eso eres tú el artista de tu gran obra.

Viejas historias

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Todos hemos perdido algo alguna vez. No es una sensación agradable porque tan sólo te das cuenta cuando algo te falta. Quizá en eso yo tuve suerte. Vi como perdía una parte de mí pero fui tan estúpido que la dejé marchar.

Pasó el tiempo y yo seguí parado, esperando que el destino pensara en mi de vez en cuando. Y la pérdida se hizo decepción.
Ocupado en trivialidades me dejé llevar hacia ninguna parte pensando que encontrarte era cuestión de tiempo. Y la decepción se convirtió en indiferencia.

Hacía tanto tiempo que no te tenía que olvidé lo que eras para mí. Te convertiste en una historia del pasado, una vieja historia.
Condenado a vivir sin ti, de nuevo el caprichoso destino no estuvo contento y cierto día de lluvia decidió volver a juntarnos.

Allí estábamos, dos historias del pasado reunidas en el presente. Y recordé que te había perdido, que fui tonto y que sin ti no puedo ser yo.
Y la indiferencia se convirtió en necesidad.
Ya se lo que eres para mí, te perdí y pude encontrarte, pero ya no pienso arriesgarme nunca más.