Amanecer

Un misterioso silencio sepulcral invadía el ambiente. Poco a poco la últimas voces se habían apagado dominadas por el cansancio y, finalmente, la calma. De pronto el sosiego se vio invadido por un pequeño haz de luz que se abría paso a través de las comisuras de la ventana. Lentamente el rayo crecía extendiéndose a lo largo de la estancia indicándonos que el descanso había llegado a su fin.

Pronto captamos el mensaje, quizá fuera nuestra mente de forma involuntaria, pero todos fuimos abriendo los ojos como respuesta a ese inquietante haz de luz que se abría paso ya por la escalera. Los recuerdos alcoholizados del día anterior abrían paso a las esperanzas de la última noche, todos aquellos deseos frustrados debían ser superados antes de ver de nuevo el sol atravesando la ventana.

La triste e inerte habitación oscura se había convertido en cuestión de minutos en un cuarto ampliamente iluminado, que inspiraba confianza en uno mismo y, en definitiva, nos otorgaba una segunda oportunidad. Ya se oía el cantar de los pájaros acompañado de una animada música. La vida había surgido de nuevo, una vez más, del silencio nocturno. La fría y oscura noche había acabado y un nuevo día se abría ante nuestros pies, y esta vez no íbamos a cometer los mismos errores, la casa entera radiaba luminosidad, era la hora de saltar de la cama y vivir un nuevo día, era la hora de amanecer.

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