Melancolía

Era tarde, la luna asomaba por entre el montañoso y oscuro horizonte. Ella había decidido conducir aquel día. Ambos nos gritábamos como si del fin del mundo se tratase, no recuerdo muy bien por qué discutíamos, ni creo que ahora tenga apenas importancia. Yo apenas me había fijado en ella, seguía centrado en la discusión, buscando tener razón. De repente, ella se giró para mirarme a la cara. Noté un extraño brillo en sus ojos que jamás había visto antes ¿Estaba llorando? Aún trataba de descifrar el secreto de su mirada cuando una intensa luz cegadora apareció de la nada. Primero luz, luego nada.

Recuerdo que desperté en una cama de hospital rodeado de mis seres queridos. Ella no estaba. Dirigí la vista a mi alrededor pero, por más que me esforzaba, no la encontraba. Me incorporé y pregunté por ella. Un silencio inundó la habitación, y entonces comprendí. En un sólo instante un millón de sensaciones invadieron mi mente. Culpa, tristeza, amor, odio, rabia y, de nuevo, culpa. Ella ya no estaba, se había marchado a algún ligar lejos de aquí, lejos de mí. Un lugar en el que deseé encontrarme con ella para disculparme y decirle todo aquello que no me atreví a decir antes de que la vida me la arrebatara.

Aunque ya han pasado años desde aquel fatídico día, aún deseo encontrarme con ella y volver a ser felices para siempre, juntos. Cada noche sueño con ella y le prometo que pronto nos reuniremos en aquel lugar donde todos, por mucho que no queramos, acabamos algún día.